El primer documento escrito de esta villa con el que se cuenta data de 1250 y trata de las actas de una visita que el obispo de Ávila realizara en ese año a la Villa para consagrar su iglesia de San Julián y Santa Basilisa como basílica. Este hecho demuestra la existencia de una población grande y fija en la localidad. Podemos decir, aunque no existen documentos, que desde época prerromana existía un asentamiento de población en las cercanías de lo que hoy es Horcajo. El mismo nombre, así como otros topónimos relacionados con el pueblo, revelan un origen celtíbero. Horcajo significa unión de ríos, mientras que el nombre de Trabancos (afluente del Duero que cruza la villa) deriva de vocablos prerromanos que podrían significar poblado (casas) al lado del río. La vega fértil de los tres ríos que pasan por el término municipal hacen muy probable el asentamiento de población prerromana, tal y como demostrarían algunos restos hallados recientemente. Podemos aventurar también la existencia de un poblado durante la época del imperio romano. Estaría dispuesto en torno a la calzada que cruzaba el pueblo. Así parecen probarlo algunas piezas encontradas por arqueólogos. Además, en los trabajos de restauración de la iglesia parroquial, aparecieron nuevos restos que confirman esta hipótesis. Uno de los hallazgos más importantes para la historia de la Villa es el de unos sarcófagos de piedra que, por su parecidos, con otros encontrados en Toledo se pueden fechar en la época tardo romana. Son varios ataúdes de piedra dispuestos en dos hileras, que aparecieron hace varias décadas. La época de dominación árabe ha pasado por aquí sin haber dejados vestigios. Sólo una torre de vigía (que se denomina de Yecla y, posteriormente, de Santiago) da fe del paso de los musulmanes por la localidad. Este emplazamiento sería utilizado, luego, por los reyes cristianos para vigilar su frontera sur, cuando la Reconquista llegó hasta el Duero. Tras la repoblación, llega una de las épocas de mayor esplendor para Horcajo. Se constituye una sociedad de pequeños propietarios y hombres libres, que dependen directamente del rey (el carácter de realengo no lo pierde la Villa hasta mediados del siglo XVI cuando Carlos I lo enajena en favor del Inquisidor Mayor de Castilla Fernando Valdés, que se encargó de aniquilar el luteranismo en el foco de Sevilla). El carácter de frontera es una fuente de riquezas para el pueblo. Primero sirvió para parar posibles incursiones de los árabes, después sirvió de separación entre los reinos de Castilla y León. La unión definitiva de ambos reinos en el siglo XIII provoca un cambio en la estructura económica del pueblo, volcado antes para la guerra que ahora se usa para la paz. Horcajo se transforma en un centro comercial: se encuentra en la ruta de paso de alguno de los mercados más importantes de Castilla y, lo que antes eran fortalezas guerreras, se convierten ahora en hospitales para los peregrinos que se dirigen a Santiago desde el este y el sur de la Península. Sin embargo, la estructura del pueblo no es tal y como la conocemos. En torno a un núcleo principal (el actual Horcajo) se situaban varias aldeas. En una de ellas quedó una población morisca que trabajaba las vegas de los ríos. Llegando al siglo XV, Horcajo se beneficia de la cercanía de la Corte. El rey, entonces, está en la vecina Madrigal y varios nobles buscan refugio en la tranquilidad de Horcajo. El mismo rey acude varias veces a cazar a los montes del pueblo. De esta época es el palacio de los Condes de Miranda, edificio de ladrillo construido en el centro de la localidad, que acogería, un siglo después, al emperador Carlos en su retiro a Yuste. Es precisamente este uno de los últimos acontecimientos vividos en el pueblo que pasa el resto de los siglos cultivando sus huertas, rezando a sus santos y dando posada a los mercaderes que iban a Medina. En el reinado de Carlos V se produce la enajenación del pueblo al inquisidor Fernando Valdés. De ahí pasa a su sobrino Juan de Ossorio, que está enterrado en la iglesia de la Villa y que deja, al morir, un testamento con varias donaciones para el pueblo. Tras el reinado el emperador Carlos se inicia una decadencia similar a la que vivió toda Castilla con los Austrias Menores. Esta decadencia se agrava más en 1700 con la destrucción total del pueblo, ya que se encontró en el frente de batalla entre las tropas del futuro Felipe V y del archiduque Carlos de Austria. El mismo rey Felipe apoyó, luego, la reconstrucción del lugar, pero ejemplos como la calidad de las obras que adornaron la iglesia (uno de los pocos edificios que no fue destruido en su totalidad) nos demuestra que la época de esplendor había pasado. Horcajo traduce a su pequeña historia los hechos que ocurrieron en España y que leemos en los libros. Así, no es difícil imaginar la rabia por la invasión francesa; la preocupación de algunos por las guerras civiles de XIX o las protestas de los jornaleros a finales de siglo pasado que llevaron, incluso, a la ocupación de tierras comunales. Un ejemplo de esta situación es la reunión que se mantiene en 1820 en el Ayuntamiento donde se decide guardar el oro de la iglesia en un "lugar secreto y fortificado" quizá ante el temor a saqueos en uno de los innumerables conflictos entre conservadores y liberales que se desarrollaron durante la centuria pasada. La memoria de gente que aún vive nos sirve a todos para retratar lo ocurrido en el siglo XX, época donde continúa la decadencia y que ve como, con el desarrollismo de los sesenta y la transformación del país, poco a poco se despuebla.
Entre la historia y la leyenda aparece la figura de Isabel la Católica probablemente nacida en este pueblo, aunque no esté demostrado, pues su halla madrina, Doña Mencia de la Torre, era de Horcajo y su mejor amiga Inés de Bobadilla también, además esta villa era de realengo entre dos villas señoriales como Madrigal y Cantalapiedra; y además los privilegios que tuvo durante el reinado de los Reyes Católicos y de Carlos I apoyan esta hipótesis, ya que los demás pueblos para poder cortar leña o cazar necesitaban un permiso, mientras que los vecinos de esta villa podían cazar y pescar cuando quisieran pero sin abusar.
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