"El nombre de Langa se lo dieron al pueblo las gentes que, para repoblar el sur del Duero vinieron aquí desde tierras de Soria: de Langa de Duero, concretamente, junto a San Esteban de Gormaz, y aquí, al asentarse, quisieron recordar su lugar de origen... Mil años casi de esta historia. Pero luego siguió el tiempo y es claro que, como en toda región de la Moraña o tierra de moros, Langa tuvo sus mudéjares o moros que subieron arreados desde Andalucía,... y hubo mezcla de sangres.
El pueblo ha quedado siempre a trasmano y, si la historia escrita se ha guardado de él, él parece haberse guardado antes de la historia, y ha hecho bien. No hubo aquí la sed de oro que cuando el descubrimiento asoló a toda España o, midiendo las cosas, los de Langa creyeron era preferible quedarse en tierra seca y no andar desafiando elementos, porque no consta que nadie fuese a las Américas..."
El pueblo ha quedado siempre a trasmano y, si la historia escrita se ha guardado de él, él parece haberse guardado antes de la historia, y ha hecho bien. No hubo aquí la sed de oro que cuando el descubrimiento asoló a toda España o, midiendo las cosas, los de Langa creyeron era preferible quedarse en tierra seca y no andar desafiando elementos, porque no consta que nadie fuese a las Américas..."
"Lo que yo se de Langa"
José Jiménez Lozano
José Jiménez Lozano
La torre de Langa, si se considera su altura frente a sus otras dimensiones, siempre me pareció achatada. No podría compararse con la de San Nicolás de Madrigal, ni con la de Donjimeno, ni acaso con la de Villanueva, sus más cercanas competidoras. Tenía, sin embargo, dos hermosas campanas y dos esquilones que sonaban de modo excelente y podrían producir diversos acordes musicales, si sonaban a gloria, o doblaban por un difunto, o anunciaban un día festivo. A los esquilones había que saber empinarlos y voltearlos luego a un ritmo adecuado que no todos podían lograr...
Pero la leyenda de la torre de Langa iba asociada a la olma que extendía sus ramas delante de la Iglesia. Una alta rama impedía voltear el esquilón y hubo que talarla. Otra amenazaba sobre la casa del tio Eloy...
En bastantes pueblos de la Moraña y Tierra de Arévalo han vuelto a fundir sus campanas y las han electrificado. Es evidente que el toque de estas campanas no es el mismo que se hacía a mano por un buen campanero. La electricidad no tienen oído musical.
Aún recuerdo alguna nota triste de las campanas en verano. El calor y la deshidratación producían una mayor mortalidad infantil. Estabas en la era trillando y el esquilón de gloria llegaba a tus oídos con un repique agudo. ¡Oh Dios! Había muerto un niño.
"Las Campanas Rotas"
Jacinto Herrero Esteban
No hay comentarios:
Publicar un comentario